LAS CARTAS DE SRI GYANAMATA – LA ACTITUD CORRECTA

LAS CARTAS DE SRI GYANAMATA – LA ACTITUD CORRECTA

Estimado Sr.____________

Comprendo sinceramente el sufrimiento mental que describe, pues pasé en mi propia infancia por una experiencia atormentadora; así que, ya ve, somos compañeros de infortunio. Es un error, sin embargo, compadecernos de nosotros mismos por haber sufrido, pues es el sufrimiento lo que nos hace aprender y crecer. Nunca olvidaré las palabras que una persona me dirigió en la época de mayor padecimiento de mi vida. No era un amigo, sino un total desconocido que tuvo el impulso de hablarme un día que salí a caminar. Dijo: «Tenía que ser así. Era totalmente necesario para usted». Y yo respondí: «Si, sé que lo que dice es cierto. Lo necesitaba». Su contestación no se hizo esperar, vino como de sopetón: «Entonces, ¡agradézcalo!». De eso se trata. Puesto que es el sufrimiento lo que nos enseña la verdad y nos encamina hacia Dios, ¿por qué no le damos las gracias y lo elogiamos por el servicio que nos presta?

Habla usted de su tendencia a la melancolía y al abatimiento como de algo hereditario. Eso es un error. En tanto que estudiante de filosofía hindú, debe usted estar familiarizado con la ley del karma. No sufrimos por la maldad de los demás, sino únicamente por la propia. Trajo esta tendencia a la melancolía de una vida pasada, y lo que la causa radica en esa vida olvidada, y no en algo heredado de sus antepasados. Es posible que el recuerdo del impacto producido por la trágica muerte de su abuelo refuerce esa tendencia a la melancolía, pero no sería la causa.

Sin duda ha luchado contra ello, y debe seguir luchando hasta el final con creciente fuerza y visión. En el momento en que veamos que un hábito, ya sea mental o físico, nos está arrastrando hacia abajo -tal como ve que hace en usted esta tendencia al abatimiento-, en ese mismo instante hemos de comenzar a combatirlo. Es un grave error decir o pensar que estamos vinculados a los actos de otro. Nosotros mismos, a lo largo de innumerables encarnaciones, hemos forjado el carácter que ahora poseemos. Ya que nosotros mismos lo hicimos, podemos y debemos deshacer nuestra obra y construir mansiones mejores y más nobles para nuestras almas.

Nunca lea ni escuche relatos de suicidios, asesinatos o algo similar. Tales cosas sin duda suceden en este plano, pero no proporcionan alimento adecuado al alma. Cuando esa «enorme y viscosa mano surgida del fango» se extienda buscándole desde la oscuridad, en primer lugar, niéguele con firmeza su poder sobre usted (el mismo Jesús tuvo que decir: «Apártate de mí, Satanás»), y luego vuélvase sin reservas hacia Dios del modo que le resulte más fácil. Intente sentir su presencia en las cosas hermosas de la naturaleza, o en la compañía de algún amigo que le ayude, o de un libro que le inspire, o emprenda cualquier otra acción que le eleve. No olvide que yo misma he tenido que hacer todas estas cosas; por lo tanto, lo sé. Y lo más importante de todo: medite tanto como le sea posible. La meditación es el método mediante el cual calcinamos las semillas del karma para que no puedan germinar ni fructificar en otra vida futura.

Dice que Dios ha sido muy bueno con usted. Sus cartas me muestran que no es plenamente consciente de hasta qué punto lo ha sido. Se dice que la melancolía es la mayor barrera que existe para alcanzar la unión con Dios. Sin embargo, a pesar de ello, usted ha experimentado la Dicha seis u ocho veces. Dios se manifiesta como Bienaventuranza, así que vino personalmente a usted para ayudarle en el sufrimiento. Mantenga esas experiencias en la mente tanto como le sea posible y aparte todos los pensamientos tristes.

Dice que a veces siente como si la conexión entre Dios y usted se hubiera roto. Eso es imposible. El hombre no puede escindir esta conexión, pues «en Él vivimos, nos movemos y existimos»*. El propósito y la meta de todo trabajo, disciplina y estudio espirituales, y el de la meditación, es hacerse consciente de este hecho, establecer contacto con esta Presencia permanente en nuestro interior. Ésa es la única diferencia entre el santo y el pecador. El primero es consciente de su linaje; el segundo, no. Las personas afortunadas, como usted, aquellos cuyo karma es suficientemente bueno, sienten la caricia de la mano divina sobre sus almas. Los otros la sentirán cuando llegue el momento.

Muy sinceramente suya.

Gyanamata

* Hechos de los Apóstoles 17:28.

Sri Gyanamata, discípula de Paramhansa Yogananda. Libro “Sólo Dios”. Pág 87